
Mi mayor secreto descubierto... Mi mayor secreto revelado... Mi anhelo por lograr la, tan ansiada, inmortalidad abatido... La frustración, convertida en ira, como último reducto defensivo...
Sentía mi alma agonizando lentamente... Sentía mi alma
apagándose en cada suspiro... La sentía apartarse de la vida, abatida y
derrotada como un animal herido de muerte y que busca un cobijo en el que
encontrar el sueño eterno... Me sentía a cada segundo más cerca de la muerte...
Yo, Lord Voldemort, el mago más grande de todos los tiempos, me acercaba de un
modo inminente y precipitado a una muerte que no deseaba, a una muerte que
aborrecía con todas mis fuerzas, a una muerte contra la que había luchado desde
temprana edad y a la que creía haber abatido. El objeto de mi batalla había
sido acabar con la vida de Harry Potter y lograr mi hegemonía en los mundos
mágico y muggle... Ahora, me enfrentaba, una vez más, cara a cara a una Muerte
a la que siempre consideré haber vencido, un viejo enemigo derrotado por siempre...
pero en mi fuero interno sentía que esta vez era ella quien iba ganando la
batalla.
Harry Potter había descubierto mi secreto, el secreto que me
mantenía con vida sin importar el tiempo que por mí pasara, sin importar las
maldiciones que sobre mí recayeran, sin importar el destino al que me
enfrentara, sin importar la fortuna o la desgracia que la vida me deparara...
Harry Potter había encontrado el modo de acabar con mi vida como si yo no fuera
más que un simple mortal al que le puedes arrebatar la vida con la misma
facilidad con la que un titánico basilisco desgarraría una sola de las plumas
del fénix más poderoso. Pero Harry Potter jamás podría conmigo, Harry Potter
jamás me vencería... Yo, Lord Voldemort, el mago más grande de todos los
tiempos, el mago que había conquistado la inmortalidad, jamás moriría. No me
había enfrentado a la muerte y a la destrucción de mí mismo para dejarme vencer
de una vez para siempre.
Yo acababa de destruir, con mi propia maldición asesina, un
Horrocrux que diecisiete años atrás había creado por error, un Horrocrux que
por error había creado dentro del propio cuerpo de Harry Potter, un Horrocrux
que jamás había pensado en crear... Yo mismo había destruido una parte de mi propia
alma, la que vivía dentro de mi mortal enemigo... A pesar de todo, había
aprendido algo que ahora solo yo sabía, yo y Harry Potter, pero él aún era lo
suficientemente cobarde como para no preservar su propia vida, como para vivir
siendo nada más que un simple y repugnante mortal... Había aprendido que los Horrocruxes
podían crearse sobre seres humanos y no solo sobre fríos y vacíos objetos...
Seres humanos a los que lograr manipular llegado el momento oportuno, seres
humanos a los que poder controlar, a los que poder utilizar en tu beneficio...
Los Horrocruxes podían albergar en el interior del cuerpo de un débil y frágil
ser humano. Eso era algo que yo venía intuyendo desde tiempo atrás, algo que yo
venía intuyendo desde el mismo instante en el que decidí depositar una parte de
mi alma en el cuerpo de mi leal Nagini... Pensé que tan solo era posible debido
al fuerte nexo que nos unía a ambos, pero estaba equivocado...
El amanecer llegó y con él el regocijo de haber acabado con
la persona que había intentado destruirme, la persona que había pretendido
relegarme a la muerte para que los gusanos devoraran mi cuerpo putrefacto. Por
un solo instante, por un solo instante de gloria, pensé haber ganado la
guerra... por un solo instante de gloria me sentí embriagado y cegado por la
victoria. Yo aún no conocía el tan grave error que había cometido por mi
ambición, sin demasiada prudencia, de acabar con Harry Potter.
Los rostros, de todos aquellos que habían batallado contra
mí, eran la más viva metáfora de la desesperanza. Sus corazones rotos, sus
almas devastadas... Llantos que resonaban en cada rincón de Hogwarts, amargura
que recorría cada pasillo como si fuera un fantasma melancólico y fúnebre,
gritos de puro dolor tras la pérdida de quien sabes que no va a volver nunca
más porque se ha ido para siempre a un lugar del que jamás podrá volver...
Eran conscientes de que habían depositado su supervivencia y
la de sus seres más queridos sobre un crío de tan solo diecisiete años quien ni
siquiera había aprendido lo que era comenzar a vivir... Eran conscientes de que
habían depositado su supervivencia en el bando equivocado si lo que buscaban,
en realidad, era la supervivencia para sí y sus seres queridos... Ahora ya era
tarde para rectificar... Ya nada cambiaría los hechos acaecidos, ya nadie
traería de vuelta a los vencidos en la batalla... y Lord Voldemort jamás
perdonaría a aquellos que le habían sido desleales, a aquellos que habían luchado
contra él, a aquellos que deshonraban en nombre de “mago” con sus repugnantes
actos a favor de los muggles y los sangre-sucias.
Por un mísero instante de gloria pensé haber sido yo quien
había asesinado a Harry Potter en lo más profundo del Bosque Prohibido... pero
lo que no sabía en que, en realidad, solo me había causado a mí mismo un daño
irreparable... solo había asesinado a una parte de mí mismo... había mermado
notablemente mi proximidad a esa inmortalidad, por mí tan anhelada, frente a
los simples mortales que se conformaban con los escasos años que la vida mortal
les regalaba, salvo que sus vidas les fueran prematuramente arrebatadas.
Harry Potter seguía con vida, Harry Potter había desafiado a
la muerte por segunda vez en su batalla contra mí... Mi secreto había sido
descubierto y destruido por el mismo que había desafiado a la muerte por mí otorgada...
Ya solo éramos él contra yo... Ahora, ambos, no éramos más que dos simples
mortales luchando a muerte en una batalla de la que solo uno de los dos saldría
con vida y, ninguno de los dos, se rendiría hasta no ver el cuerpo inerte de su
contrincante tendido sobre el frío suelo de mármol bajo nuestros pies.
No contarían de mí el final, no contarían de mí la más
horrenda de las muertes, no contarían de mí el instante en que exhalé mi último
suspiro de vida, no contarían de mí el instante en que mis ojos perdieron su
brillo y mi corazón dejó de latir, no contarían de mí el instante en que pasé a
no ser más que un simple recuerdo grabado a fuego en las mentes de aquellos que
siempre anhelaron mi destrucción... No... Me negaba a no ser más que una
leyenda que, a partir de este preciso instante, tan solo tuviera el poder de
pasar de boca en boca hasta que mi historia se fuera desgastando y apagando con
el lento paso de los años...
Necesitaba algo que asegurara mi supervivencia y me
propinara una formidable ventaja sobre Harry Potter en el que sería nuestro
último encuentro... La Varita de Sauco en mis manos no era suficiente para mí.
Necesitaba algo que me garantizara el regreso a la vida si mis planes de acabar
con Harry Potter fracasaban una vez más... Necesitaba tener la certeza absoluta
de que, ocurriera lo que ocurriera, Lord Voldemort no perecería esta madrugada,
sino que Lord Voldemort ganaría la batalla una vez más... Lord Voldemort
desafiaría a la vida y a la muerte una vez más...
Si Lord Voldemort estaba condenado a perecer esta madrugada,
Lord Voldemort regresaría una vez más, más fuerte y poderoso que nunca, más
invencible que la propia muerte, más ávido de sangre que el dragón más
mortífero de todos cuantos existieran... Si mi final estaba próximo, me
aseguraría de que más próximo aún se hallara mi regreso.
La guerra continuaba en el Gran Comedor de Hogwarts, el
Colegio de Magia y Hechicería. Harry Potter acababa de descubrirse, acababa de
mostrarme que seguía con vida... acababa de mostrarme que su muerte no había
sido más que una profunda herida en mi alma, acababa de mostrarme que Severus
Snape, el mago en que tanto confié, no había sido más que un maldito traidor en
quien jamás debí haber confiado...
No tenía tiempo que perder. La Vida y la Muerte se hallaban
ante mí y cualquiera de ellas podría ser la que se quedara a mi lado... Mi
objetivo seguía siendo acabar con la vida de Harry Potter, pero sentía que la
Varita de Sauco no me obedecía muy a pesar de haber acabado con la vida de su
antiguo dueño, Severus Snape. Necesitaba aferrarme a la Vida, necesitaba atar
con una fuerte soga a la Vida para que la Muerte no pudiera separarnos... para
que Lord Voldemort y la Vida conformáramos una unión inquebrantable.
Tomé una decisión, quizá sabia, quizá desesperada... quizá
mi salvación, quizá mi gran error... Pero, fuera como fuera, esa decisión era
mi soga, mi aferramiento a la vida, mi lucha por la supervivencia... Con la
Varita de Sauco, empuñada fuertemente con mi mano derecha, apunté a uno de mis
más leales mortífagos...
No le lancé maldición alguna sino que le traspasé una parte
de mi alma, le traspasé una parte de mí para asegurar mi regreso si yo caía en
esta madrugada. Pude sentir como una parte de mi alma se desprendía de mi propio
cuerpo lentamente y viajaba a lo largo de mi brazo derecho hasta canalizarse a
lo largo de la Varita de Sauco. Un hilillo de color rojo sangre, probablemente
en señal de mi lastimada alma, brotó de mi varita como si fuera un débil y
frágil humo. El fragmento arrancado de mi alma viajó en la misma dirección en
que se hallaba el mortífago que yo había elegido como poseedor y portador de mi
alma, el mortífago que yo había elegido como fianza de mi regreso... Pude ver
como la parte de mi alma, convertida en nada más que un frágil humo rojizo,
atravesó su tórax y se alojó en su corazón.
Sin que el Mortífago
fuera consciente de lo que acababa de ocurrir, pues se hallaba combatiendo
contra aquellos que trataban de aniquilarnos como si no fuéramos más que
hormigas que debían de ser arrasadas, había sido elegido para portar una parte
de su Señor en su interior, había sido agraciado con un don de mi parte, aunque
también era un regalo envenenado... Si yo caía en esta batalla, ese mortífago
tendría el privilegio de dar cobijo a su Señor y tendría el poder para traerme
de regreso a la vida... Pero, desde este preciso instante, tanto su cuerpo,
como su alma, como su mente, serían míos... totalmente míos... tanto ahora,
como antes de mi nuevo regreso si en breves minutos yo perecía, como después de
mi regreso... Ese mortífago estaría sometido a mi más absoluta voluntad, desde
hoy hasta el instante en que yo decidiera que su corazón dejara de latir... Yo
me hallaría en la situación oportuna para poder adjudicarle las más horribles
batallas pues el don de la inmortalidad habitaría en él, mientras mi alma
estuviera en su interior, hasta que yo decidiera arrebatársela tras encontrar
un modo de burlar a la muerte que fuera mucho más poderoso que los Horrocruxes.
Desgraciadamente
Bellatrix Lestrange acababa de morir. Su cuerpo sin vida yacía en el
suelo del Gran Comedor. Su varita se había desprendido de su inerte mano
derecha y yacía junto al cuerpo de Bellatrix como si fuera una víctima más
caída durante la batalla. Si Bellatrix no hubiera sido asesinada previamente,
ella hubiera sido la adecuada para recibir esa parte de mi alma que ahora
habitaba en el cuerpo del mortífago por mí elegido. Bellatrix habría sabido
desde el principio que una parte de mí vivía en ella, ella habría notado mi
presencia mejor que nadie y habría sabido, sin temor alguno, lo que tenía que
hacer para que yo regresara a su lado... Pero Bellatrix, mi mejor y más leal
lugarteniente, había sido asesinada por los traidores a la sangre...
Aunque yo pereciera esta madrugada de 2 de mayo de 1998,
Lord Voldemort seguiría con vida dentro del cuerpo de ese mortífago y, mientras
siguiera con vida, mi regreso estaría más cercano de lo que aquellos que osaran
asesinarme desearían. Mi regreso sería una realidad y la peor pesadilla para
todos ellos. Mi regreso vendría acompañado de la Muerte más letal que jamás
haya existido pues Lord Voldemort jamás volvería a sentir piedad o lástima por
nadie que se interpusiera entre él y sus más anhelantes designios.
La vida de mi leal Nagini estaba más que asegurada. Yo, Lord
Voldemort, me había asegurado de crear un Horrocrux con una parte del alma de
mi querida Nagini depositándola en el interior de un objeto que me había
asegurado de esconder a buen recaudo... Nadie encontraría ese objeto, nada ni
nadie sería capaz de destruir a mi leal Nagini. Todos conocían a Nagini y nadie
la conocía en realidad, excepto yo... El secreto mejor guardado de mi leal
Nagini aún estaba por revelarse... y pronto sería revelado... pronto... a su
debido tiempo...
Nagini y yo regresaríamos de nuevo a la vida, juntos, más
fuertes y poderosos que nunca, aunque esta noche todo pareciera terminar para
nosotros... Las apariencias pocas veces son ciertas.
Sabed que Lord Voldemort jamás morirá, vivirá eternamente y,
si muere esta fría y amarga madrugada, regresará con más poder que nunca y vendrá
dominado por una ira capaz de herir en lo más hondo de los corazones de todos
aquellos que un día desearon su muerte.
Lord Voldemort.
2 de mayo de 1998.